Diego Barrios y Agustín Cano
Es difícil cristalizar un sentido reconocimiento sobre un amigo y compañero buscando ser justos con su historia y su legado. Es aún más difícil cuando la vida se lleva tan joven a una persona querida.
Sergio, como muchos, es la primera generación de universitarios en su familia. Hijo de madre montevideana y padre rochense, creció en un ambiente sencillo, de esos que tanto conocemos en los barrios populares de Montevideo. La mayor parte de su infancia y hasta su juventud, vivió en Las Acacias, un barrio de laburantes. Su escolaridad se realizó de manera completa en el colegio Clara Jackson, incluyendo sus inicios liceales, subido a un 306 que lo llevaba y traía cotidianamente. De familia en Castillos, solía los veranos arrimarse hasta el pueblo y las playas de Aguas Dulces, donde un tío supo tener un ranchito, de esos que el océano ya se llevó.
La escuela, la alternaba con una de sus pasiones de niño, el fútbol. Las canchas del Corralito en Las Acacias, y luego en el Isidro Fyn del barrio Ferrocarril, vieron correr a Sergio atrás y con la pelota. Según Dagoberto, su padre, era un muy buen jugador de fútbol, herencia que de joven le vimos desplegar en tantas jornadas de compartir, moñas, gambetas y goles.
Hincha de Nacional en un barrio aurinegro, Sergio desarrolló desde chico una personalidad fuerte, que no se dejaba avasallar. El punk rock lo atrapó por sus 16, y desde allí y durante años fue su sello distintivo. Aún resuenan los comentarios de la tamaña sorpresa que se pegaron las/os jóvenes del liceo Regina cuando lo vieron ingresar por primera vez. El pelo, la ropa, los aros, eran su carta de presentación, pero también su discordia con la autoridad, esa que no lo pasó por arriba a lo largo de su vida.
Terminó su trayecto liceal, entre el Sagrada Familia y el Miranda, donde conoció otras voces y gentes, y donde fue perfilando su primera inserción universitaria en la Facultad de Ciencias Económicas. Pero ese no era su destino, laburos, entre los que se destaca durante años el de pintor, que heredó de su padre, y otras yerbas mediante, lo empujaron a su gran pasión, las bellas artes.
Como artista y como docente universitario, Sergio se forjó en los fuegos de la vieja Escuela Nacional de Bellas Artes, y se templó en los desafíos que a aquella ENBA le plantearon la masividad estudiantil, la modernización académica, y la sociedad contemporánea. Absorbió ese legado primero como estudiante, donde logró imprimir en su conciencia y su corazón el amor por las artes, y de allí particularmente, la apropiación del grabado, donde logró representar sus pasiones, sentimientos e historias. Heredero a su vez, de una forma de pensar y concebir la universidad, Bellas Artes imprimió también en Sergio el interés por colocar el arte en la calle, en los barrios y pueblos, espacios y proyectos con los que estuvo comprometido hasta el final de su vida. Realizó una importante carrera universitaria, llegando a ser coordinador del Área de Artes Gráficas de la Facultad de Artes, y co-coordinador de la Licenciatura en Comunicación Visual que dicha facultad realiza junto a la de Arquitectura Diseño y Urbanismo.
El grabado, la serigrafía, la xilografía, fueron los medios que Sergio encontró para condensar sus búsquedas artísticas con su compromiso social. En su formación como artista gráfico, es marcada la influencia del grabado mexicano, en particular la vertiente del Taller de Gráfica Popular, que resignificó la litografía y otras técnicas de grabado de uso comercial, para ponerlas al servicio de una práctica artística comprometida con la revolución mexicana, que se concebía a ella misma como práctica artística-revolucionaria. Precisamente con México, Sergio cultivó un vínculo artístico y académico, que lo llevó a visitar, por invitación, la Universidad de las Artes de Aguascalientes en octubre de 2022. Allí realizó muestras, talleres y conferencias, en las que abordó diferentes temas del área de las artes gráficas en la sociedad contemporánea, y presentó la exposición “Expreso Sur”, que reunió producciones de niños, niñas y adolescentes, que son buen ejemplo de su trabajo artístico-educativo-comunitario.
Lejos de reproducir una forma heredada, la relación de Sergio con las artes gráficas, era exploratoria, de experimentación, creación y crítica, forjadas con sus compañero/as de la Escuela de Bellas Artes. En su proyecto de tesis de maestría, titulado “La imprenta en la escuela. Dispositivos gráficos para la educación crítica y emancipadora”, Sergio estaba haciendo un trabajo de síntesis y proyección de los fundamentos de su práctica artística y pedagógica. Allí planteaba que, en la sociedad contemporánea, “El concepto de grabado ha sido sustituido por el de obra gráfica, donde lo experimental da lugar a la reflexión y le permite extender su campo de aplicación y realizar un mestizaje entre disciplinas hasta ahora irreconciliables. La gráfica ha desarrollado un proceso de cambio a partir de que la imagen hoy está presente en todas partes y al mismo tiempo encontrando su sustento en la cultura visual donde la tecnología de la imagen, la diversidad de materiales a utilizar como matriz, las distintas aplicaciones de la estampa, la investigación plástica y conceptual y lo interdisciplinar se va fundiendo con otras actividades artísticas y sus discursos visuales. El grabado ya no cumple con su antaño necesaria y noble función de reproductibilidad”.
Dando un paso más, advertía que, sin embargo, “ser receptor o lector de dichas imágenes no nos convierte en constructores e intérpretes de las mismas. Por ello es fundamental aportar desde la educación artística en la formación de un individuo capaz de decodificar los mensajes a través del aprendizaje de estrategias de interpretación que le permitan una mirada reflexiva y comprensiva de la cultura visual. Formar niños y niñas que logren apropiarse de manera activa de sus decisiones y en relación a sus experiencias fuera del ámbito escolar, es decir, adquirir lo que Fernando Hernández denomina un “alfabetismo visual crítico” que permita “analizar, interpretar, evaluar y crear a partir de sus construcciones sobre la imagen” (Hernández, 2007: 22). En este contexto resulta necesario concebir las manifestaciones artísticas como relatos abiertos, es decir, no como un texto que podemos descifrar, sino como un cúmulo de experiencias generadoras de diversidad de interpretaciones desde creencias, valores, sensibilidades y perspectivas individuales y colectivas. Desde esta óptica las manifestaciones artísticas y de la cultura visual modifican su centro de interés desde el producto a la experiencia por la cual él ha sido creado, percibido o usado”.
El desplazamiento del producto a la experiencia, de la posición pasiva al involucramiento activo, del consumidor al sujeto político que participa del proceso creativo e interpretativo y asume los efectos de su obra. En ese punto confluyen la tradición pedagógica de la Enba, con la mirada crítica de Sergio de una actualidad donde el asedio de mensajes visuales requiere, más que nunca, de preparación, capacidad de comprensión y medios de respuesta. Es allí donde el arte con la comunidad a través de la extensión universitaria, y con niños y niñas en las escuelas, encuentran un sentido que es a la vez pedagógico, ético y político. La obra gráfica y la práctica educativa de Sergio arraigaron en estas verdades, y de esas raíces creció un árbol generoso en frutos artísticos y cobijo para muchas generaciones de estudiantes que se formaron con él.
Una consecuencia natural de una obra de estas características, es su condición colectiva. Sergio González nos deja su obra personal, dispersa en diversos destinos, muchas veces distribuida por las redes del afecto y la amistad. Y queda, también, una obra anónima, inmensa, que Sergio contribuyó a realizar, muchas veces animó y sostuvo con una persistencia y capacidad de trabajo tan grandes como su creatividad. Su trabajo en el Programa Integral Metropolitano de la Udelar (PIM), junto a las compañeras y compañeros del Área de Artes Gráficas, y de otras áreas de Facultad de Artes, fue muy importante, lo que condujo a que se montara un taller permanente de artes gráficas en el PIM. Allí, en estos años, se han formado muchos vecinos y vecinas, que al encontrarse en torno al pulpo de serigrafía, y ver-escuchar a Sergio hablando con las manos, comenzaban a transitar un proceso pedagógico que, partiendo de sus propios intereses, pasaba a nociones sobre la forma o el color, la práctica de la técnica, o la interpretación y construcción de un mensaje, combinando experimentación y reflexión. Desde el trabajo en dicho taller, queda la huella de Sergio en una obra colectiva que hoy es posible encontrar en una escuela de Villa García, en un liceo de Bella Italia, en un muro de Punta de Rieles o en casas de adolescentes, que al recibir formación sobre esténcil, afiche u otros formatos del arte popular, se apropiaron de esos lenguajes para decir su propia palabra en un mundo que no les escucha. Cuando Sergio falleció, uno de los mensajes de tristeza y gratitud de los tantos que circularon, provenía de Incógnito, el periódico estudiantil del liceo 58 de Bella Italia.
A comienzos de 2023, la comisión ejecutiva de la Asociación de Docentes de la Udelar (Adur), se comunicó con Adur Artes para pedirles la realización de un mural en la sede de Adur Central, que recordara a los y las docentes universitarios asesinados y desaparecidos por el Terrorismo de Estado. Sergio fue uno de los compas que se puso esa tarea al hombro, que pronto reunió la participación de docentes y estudiantes de varias áreas de la Facultad.
En la inauguración del mural, realizada el 28 de junio de este año, Sergio comentó algunos rasgos del proceso de creación colectiva, en el que el trabajo conjunto entre docentes y estudiantes posibilitó el diálogo intergeneracional en torno a la memoria, el recuerdo de docentes y estudiantes de la propia Escuela Nacional de Bellas Artes que resistieron al terrorismo de Estado, y la producción de nuevas ideas y sentidos para interpretar el pasado desde el presente, que se volcaron a la búsqueda estética plasamada en la obra. En la presentación, dijo Sergio: “los estudiantes se empezaron a apropiar de las imágenes. Había un registro fotográfico, desde allí comenzamos, y empezamos a sentir cosas”. “Entonces surgió trabajar con el lenguaje de la serigrafía, el grabado en madera, con las imágenes en espejo para que cumplan la función de estampar las imágenes y reproducirlas. Es el juego del grabado que también es dejar una huella, eso nos pareció interesante, la huella que dejaron los compañeros, y cómo nosotros podíamos seguir transmitiendo eso” —– (…). “El desafío era cómo trabajar otros lenguajes, el volumen trabajado con metal, y el lenguaje de las artes del fuego, con la cerámica. Fue muy importante el trabajo que nos permitió poner a dialogar lenguajes que a veces no dialogamos, para pensar desde los diferentes lenguajes qué significa Adur, qué significa resistir, qué significa la Universidad” (…) “En ese formato mural, que funciona colectivamente, como funcionaban ellos, pero también en ese trabajo individual que hacemos cada uno de nosotros, entonces estos cuadros se pueden sacar, y se pueden usar en una fecha particular que Adur”.
Otra vez: una obra colectiva que, pensada para producir una experiencia que rasgara el manto del olvido, la produjo ya a partir del propio proceso creativo. Obra colectiva que al rememorar a las compañeras y compañeros desaparecidos por el Terrorismo de Estado, no se conformó con vestir una pared, y se concibió para volver a las calles, a crear, a luchar, a ser pueblo creando y luchando.
La huella de Sergio queda en quienes trabajaron o se formaron con él, en las obras colectivas anónimas sembradas por aquí y por allá en campañas gremiales o actividades de extensión. Allí siempre lo reencontraremos. Y podremos ver cómo su obra lo trasciende, ya no como objeto, sino como acción nueva, cada vez que un compañero de Adur descuelgue una pieza del mural de la pared, para llevarla a una plaza donde estudiantes, docentes y otras personas, anónimas, se junten a estampar una consigna que nombre los sueños de todas y todos.
Grabado «La extensión universitaria», de Sergio González, 2022