El pasado 7 de octubre el Prorrectorado de Extensión y Programas Integrales de la Universidad de la República (Udelar) recibió a la docente e investigadora Ana Lúcia Silva Souza de la Universidad Federal de Bahía (UFBA, Brasil) en el marco de una serie de instancias de formación en extensión universitaria y justicia racial.
Silva Souza ha desarrollado su trayectoria académica en torno a los estudios del lenguaje, las alfabetizaciones críticas, la cultura hip-hop, las relaciones raciales y las pedagogías coloniales. “Todo lo que vivencié dentro del movimiento negro, como una joven que aprendió a ser negra, me hizo llegar a la Universidad y entender que sería muy importante hablarlo desde la Extensión Comunitaria”, explicó la politóloga.
Desde su ingreso a la UFBA en 2010, Silva Souza trabaja en programas y proyectos de acciones afirmativas, entre ellos las cuotas de ingreso para estudiantes de origen afrodescendiente. Entre 2012 y 2015 se desempeñó como prorrectora de Extensión, Arte y Cultura de la Universidad de Integración Internacional de la Lusofonía (UNILAB). Este trabajo implicó la creación del área de Extensión de una Universidad que acababa de arribar a la ciudad, Redenção, por lo que un gran desafío radicaba en la creación y el fortalecimiento de vínculos con la comunidad. “Necesitábamos ese diálogo entre las culturas, pensar la cultura como política. Pensar la cultura como lo que está en la vida de las personas: cómo rezan, duermen, comen”, afirmó Silva y señaló que logró impulsar ese trabajo gracias al haber sido una persona “educada por el movimiento Hip-Hop”.
“El hip-hop, como una de las puntas del movimiento negro, tiene esa idea. Nos enseña a entender cómo existen una diversidad de prácticas, de lenguajes que están dentro de la realidad brasileña y desafía ese lugar de suma utilidad que se nos ha impuesto. Esa lengua reconoce el racismo porque es un lenguaje antiracista”, explicó Silva.
Ana Lúcia explicó que su área de interés radica en “el antirracismo que está en lo cotidiano” y que “muchas veces la gente no ve”. “Quienes más dominan las prácticas antirracistas son las personas que sufren racismo, y casi nunca vas a entender a esos sujetos como sujetos de saberes, de potencia, de conocimientos y que hacen una ciencia”, señaló.
Sobre este tema Silva publicó el libro “Letramentos de Reexistência”, en el que la autora desarrolla el concepto de “resistencia” como una reversión de prácticas que son “hechas y rehechas” desde el conocimiento de la historia, en este caso la historia de matriz africana y que conlleva una “alfabetización” y una serie de “mandamientos ancestrales”. La académica señala que esta “alfabetización de la resistencia” considera también a la «calle» como una escuela. “Yo miro por esa ventana y estoy mirando ese tipo de cabello, el movimiento hip-hop y sus pares en la calle”, explicó Silva.
No obstante, considera que en la educación formal los movimientos negros participan también como educadores. Este movimiento, el cual Nilma Lino Gómez lo define como sujeto político, no solo se educa a sí mismo sino que principalmente enseña a la sociedad. “Educa en un sentido de mover las relaciones de poder”, afirmó Silva.
“Acostumbramos decir que nosotros precisamos enseñar a los estudiantes la lectura y la gramática, pero necesitamos pensar cómo podemos enseñar a las personas a soñar”, explicó la investigadora, para lo que considera a la Extensión como algo “extremadamente importante”, ya que debido a su “corte antirracista” está “comprometida con el sueño por una vida mejor”.
La mirada étnico racial en la educación y la universidad
La integrante del Instituto de Psicología de la Salud y magíster en psicología analítica Ana Karina Moreira, explicó que el racismo puede provocar afectaciones a la salud mental que obstaculizan el desarrollo de las personas ya que generan condiciones de desigualdad desde edades tempranas. “Es importante entender que el racismo tiene prácticas que enferman”, sentenció.
Bajo la órbita de Facultad de Psicología, Moreira coordina un servicio especializado en atención a la discriminación racial, que desarrolla actividades comunitarias y grupales así como atención clínica individual para personas que han atravesado situaciones de discriminación racial. Asimismo, la docente considera tener una “doble implicancia” no solo por su actividad académica sino por su militancia en el propio movimiento, y su experiencia en el área derivó en que fuera convocada para trabajar en la línea programática étnico-racial del Prorrectorado de Extensión y Programas Integrales.
“La inclusión de los temas en el presupuesto también responde a una lectura del mundo, y en Uruguay la lectura racial todavía no está con la fuerza que debería tener” explicó. Moreira recordó que, de acuerdo a las estadísticas oficiales, la población bajo la línea de pobreza o en situación de indigencia está “totalmente racializada como afronegras o indigena” y feminizada, mientras que las personas que definen las políticas públicas son equipos que han sido educados desde el “paradigma de la blanquitud”, ciegos al impacto de la raza en la vida de las personas y en la distribución de los diferentes capitales de la estructura de oportunidades.
Moreira explica que no puede pensarse a la población sin la “cuestión étnica racial”, así como que la raza debe analizarse sobre la base que se funda: el capitalismo. “Son quinientos años de acumulación de desigualdades históricas y de ausencia de la voz de una gran proporción de personas” explicó la académica, quien señaló además que un análisis completo implica revisar el concepto de “nación, identidad nacional y narrativas de quién somos”.
“Hablar de raza cuestiona nuestra identidad. Nos cuesta hablar porque es romper con la ilusión de que somos igualitarios para después seguir pensando en cuáles son las acciones que vamos a desarrollar para revertir una brecha de desigualdad que, de otra manera, no la vamos a revertir”, explicó Moreira.
Por este motivo, señaló como muy importante el papel de la extensión, ya que lo considera como “el brazo que tiene la Universidad para encontrarse con la gente”. “Es la puerta abierta por donde tenemos ese flujo con la sociedad civil, los movimientos, con toda la comunidad. El tema es también ver a esa comunidad como una de la que somos parte, con la diversidad que la habita y no verla como un todo homogéneo”, reflexionó.
Moreira invitó a pensar a la blanquitud como uno de los elementos que definen a la “otredad”. “Tenemos un montón de cuerpo teórico muy robusto que es ‘blanco’, que no nos pertenece, no nos integra y que nos está dejando en el lugar de afuera”, sentenció, y señaló que uno de los aspectos a debatir es cómo hacer para que la población afro entre a la Universidad, permanezca y sea un “agente activo de transformación”.
La investigadora señaló que la reflexión surge de generar “incomodidades”, en el que la extensión juega un papel importante como “un espacio que invita de por sí al diálogo”. “Si no estamos vamos a seguir perpetuando estas pedagogías de la ausencia y nosotros estamos. Aunque no nos vean, estamos”, sentenció.
Por su parte, Silva relató cómo el movimiento negro educador consiguió incidir sobre las políticas públicas, entre las que se destacó el impulso en acciones afirmativas como el establecimiento de cuotas. “En Brasil todas las universidades están obligadas a organizar un ‘vestibular’ (prueba de ingreso), por lo que no se entra automáticamente. Una parte de esos cupos es destinada a grupos socialmente minorizados, para que no compitan con quien pasa las vacaciones en Disney”, ejemplificó Silva.
“Eso modificó mucho a las universidades porque nuestros diálogos son mucho más diversos y eso obliga al cuerpo docente a repensar. Pensar esas epistemologías que están dentro del aula. Ya no es más lo que aquél profesor ‘eurocéntrico’ estudió. Esas voces que están hoy dentro de las salas de aula también nos enseñan a buscar otros conocimientos, nuevas referencias bibliográficas y nuevos funcionamientos llegan por esos grupos”, explicó Silva. Buena parte de estas “nuevas bibliografías”, destaca, llegan por cuenta del tránsito de jóvenes racializados que pasan por proyectos de extensión.
“Tenemos una extensión universitaria, que es propia de la sociedad y que la organiza que son los movimientos. Entonces tenés los colectivos LGBTQ+, los indígenas, los quilombolas, de mujeres, de lesbianas. La universidad recibe esa efervescencia y por lo tanto dialoga con eso”, explicó Silva.
“Nos hemos desgastado buscando el reconocimiento de quienes no se quieren cuestionar”
“Las rupturas vienen de los movimientos. Lo instituyente en algún momento se vuelve instituido”, afirmó Moreira, por lo que considera fundamental que la Udelar “pueda escuchar desde un lugar de humildad”. “Sabemos que somos portadores de saberes diversos. Hay que entender el racismo como tecnología disciplinaria. Fue perfecta en esto de hacer creer realmente a las personas oprimidas que eran responsables de esta opresión”, manifestó la académica, quien opina que si la universidad logra una apertura podrá “generar algo que refleje más a la realidad de América Latina”.
“Estamos cuestionando cosas que no se quieren cuestionar a sí mismas. Debemos abrir la escucha, ponernos en esa actitud de humildad todos y todas. Lo que tenemos de diferente las personas afro que estamos en este ámbito, es que nosotros ya pasamos por este disciplinamiento de ‘blanquitud’. Esto del movimiento negro educador nos saca de la soledad en la que estamos las personas que participamos de los ámbitos académicos pensando esto”, explicó Moreira. Asimismo, señaló al movimiento como “tecnología antirracista”, que coloca a las personas en una “circulación de saberes”, para lo que considera fundamental no esperar el “reconocimiento”. “Nos hemos desgastado buscando el reconocimiento de quienes no se quieren cuestionar”, sentenció.
La investigadora considera que deben generarse otros centros de saber y de poder por “fuera de la colonialidad”, lo que no se reduce solamente al reconocimiento “del ser”. “Dejar de querer, de empujar, de hacer fuerza para entrar. Es decir, ‘estamos acá y somos esto’”. En el ingreso de estas ideas, la extensión juega un rol fundamental por su presencia en el territorio que permite que personas afro se involucren con los espacios universitarios a través de las prácticas de extensión. “Que en el futuro sean estudiantes o docentes universitarios desde estas identidades. Esa es una forma perfecta para ir permeando todo este cuerpo conceptual, que realmente es tan cuestionable y no nos hacemos esa pregunta”, reflexionó Moreira quien señaló que debe situarse el pensamiento, las prácticas, y generar nuevas praxis”.
Un avance fue la declaración de septiembre de 2023 en la que la Universidad se definió como “antirracista”, iniciativa que vino de la mano de personas afro. “Lo rupturista viene de la mano del movimiento, es imprescindible. Si es movimiento es transformación permanente. Y en eso estamos, en esta construcción de lo dialéctico”, afirmó la investigadora.
“Las personas blancas deben comprender que ellas tienen el derecho de no ser racistas”
En cuanto a la experiencia brasileña, Silva Souza explicó que persisten prácticas racistas a pesar de los cambios institucionales dentro de la educación, que si bien fueron importantes en el nivel superior, la investigadora considera que estos deben comenzar desde la educación básica.
La académica relató que, en el marco de un trabajo de investigación, detectaron instituciones que ya realizan acciones antirracistas pero no las perciben como tales. “Hemos estado buscando hacer que esas instituciones descubran lo que ellas ya hacen pero no lo ven. La cuestión es tan «no dicha», que a veces tienes ahí un docente o una acción, que no gana la repercusión que debería”, señaló.
“Cuando el movimiento [negro educador] sistematiza esas acciones, estamos accionando otras formas de mirar ese cotidiano. Se da una metodología, un modo de hacer la historia. Las personas blancas deben comprender que ellas tienen el derecho de no ser racistas”. explicó Souza Silva.
Es a través de la búsqueda de estas “acciones cotidianas” es que el movimiento negro se volvió educador. Por ejemplo, en Brasil se han impulsado reinterpretaciones de las fechas festivas, como el 13 de noviembre, Día de la Liberación de los Esclavos, tal como fue históricamente enseñado en la educación formal.
“El movimiento ayuda a revisar esos ‘haceres’ y el 13 de mayo pasó a ser interpretado políticamente por el Movimiento Negro como el Día Nacional de Lucha contra el Racismo”, relató Silva Souza, conmemoración que además se trasladó para el 20 de noviembre como Día Nacional de la Conciencia Negra por ser el fallecimiento del líder afro Zumbí Dos Palmares.
“Cuando el movimiento (negro educador) sistematiza esas acciones, estamos accionando otras formas de mirar ese cotidiano. Se da una metodología, un modo de hacer la historia. Las personas blancas deben comprender que ellas tienen el derecho de no ser racistas”, explicó Souza Silva.
Es a través de la búsqueda de estas “acciones cotidianas” que el movimiento negro se volvió educador. Por ejemplo, en Brasil se han impulsado reinterpretaciones de las fechas festivas, como el 13 de mayo, Día de la Abolición de la Esclavitud, tal como fue históricamente enseñado en la educación formal.
“El movimiento ayuda a revisar esos ‘haceres’, y el 13 de mayo pasó a ser interpretado políticamente por el Movimiento Negro como el Día Nacional de Denuncia contra el Racismo”, relató Silva Souza, conmemoración que además se resignificó en el 20 de noviembre como Día Nacional de la Conciencia Negra, por ser la fecha de la muerte del líder afro Zumbi dos Palmares.
Otro punto importante es la estética negra, a la que definió además como una “ética”, o forma de “colocarse en el mundo”. “Hoy en día sabemos que podemos usar el cabello de la forma que la gente quiera: si es lacio, ondulado, corto. Todo esto está dentro de la escuela, en la educación. Cuando vamos para la periferia, cambian los colores y entendemos que en todos los espacios podemos traer modos de la población”, explicó la académica.
Por su parte, Moreira cree que el caso uruguayo guarda “algunos tesoros”, ventajas en el ámbito normativo que se han alcanzado en los últimos años. Por ejemplo, la Ley N°18.059 de 2006 que declaró el 3 de diciembre como día nacional del candombe, la cultura afrouruguaya y la equidad racial. “Esa ley es importante porque apunta no solamente al componente del candombe que es en sí mismo un tesoro. Ha sido un poco saqueado por el capitalismo y también asimilado. Pero es un bien cultural muy importante con mucha ancestralidad”, explicó la psicóloga, quien señaló la contradicción uruguaya de presentar al candombe como un elemento identitario pero no reconocer a la población afro con todos sus aportes al Estado nación.
“Se ha desligado de la comunidad afro, como si la comunidad no tuviera también un montón de valores puestos en eso. Se ha vaciado de cultura real, de ancestralidad. Pero la Ley, que habla de educación, obliga a un montón de cosas que no se cumplen”, advirtió Moreira, y si bien se han hecho modificaciones en los materiales de estudios utilizados en Primaria y Secundaria, considera que estas medidas aún son insuficientes.
Asimismo, señaló algunas deficiencias en la Universidad, como el incumplimiento de las acciones afirmativas previstas para la población afro de acuerdo a la Ley 19.122, así como la escasa difusión al acumulado de investigación y docencia que ha generado la institución en los últimos años. “Está la representatividad en juego. Los cuerpos afro, las voces afro y cómo pensar diferente la meritocracia. El poder es decidir y nosotros no llegamos a esos lugares por meritocracia. No porque no tengamos las condiciones, sino por cómo están pensados los concursos”, manifestó Moreira.
“Nosotros, todos y todas, nos tuvimos que ir a formar a otros lados, y tenemos una cantidad de conexiones con América Latina que no están en la Universidad ni las tienen otras personas. Es la red invisible que está por fuera, invisibles para la blanquitud. Pero nosotras, sin redes, no soportaríamos el racismo institucional que vivimos en las trayectorias académicas y laborales”, sentenció.
“La universidad ha tomado muchísimo el concepto de interseccionalidad pero dejó a la raza afuera, cuando el concepto en sí mismo viene del movimiento afro. Fue pensado para analizar la situación de una mujer afro en particular y después de las mujeres en general. Sin embargo, ahí está lo que hace la blanquitud en la asimilación y el vaciamiento”, señaló la académica.
No obstante, considera a la Declaración de Universidad Antirracista como una oportunidad. “Hay que juntar a las personas para pensar, y en eso la blanquitud tiene que mantener una actitud de humildad epistémica. Es fundamental decir ‘yo de esto no sé’. Nos encontramos con personas que están en lugares sin ninguna perspectiva antirracista, y es la blanquitud reproduciéndose a sí misma. No es lo mismo escribir sobre población afrodescendiente, sobre negros, desde una mirada externa”, explicó Moreira, y recordó que si bien existen “muchos puentes que ya están tendidos” no los estamos cruzando.






















