Rafael Paternain: “la ambición más grande” es “tener estructuras organizativas que den potencia para poder diseñar, implementar y evaluar políticas”

La nueva estructura propone tres niveles: conducción política de la función sectorial; desarrollo, promoción y apoyo de la extensión y la integralidad; y ejecución a través de programas integrales. 

Durante la sesión del 11 de marzo, el Consejo Directivo Central aprobó la propuesta de renovación de la estructura organizativa del Prorrectorado de Extensión y Programas Integrales. A través de un documento que en el que se analiza cómo está integrado el espacio y de qué forma se trabaja, se propusieron cambios que van desde la modificación del nombre del Prorrectorado -que dejó de ser Prorrectorado de Extensión y Actividades en el Medio- hasta el establecimiento de tres nuevos niveles organizativos. Para conocer más sobre esta transformación, el prorrector de Extensión y Programas Integrales, Rafael Paternain, abordó en una entrevista varios de los puntos que se detallan en el documento. 

Al principio del texto se comienza hablando sobre la propuesta de Rectorado «Una nueva gestión para una Universidad de Movimiento» y se relaciona con la idea de que la extensión también está en movimiento. En ese sentido, ¿cómo se vinculan los planteos de la propuesta de Rectorado con los movimientos que plantea el Prorrectorado de Extensión?

Ahí hay una primera línea de convergencia entre una cosa y la otra. Cuando asumimos a finales de junio del 2023, ya teníamos algunas ideas de transformación, de alineamientos. Sobre todo a nivel de la estructura organizativa de todo el espacio de trabajo de la extensión universitaria, que coincidió con el inicio de la propuesta de Rectorado de pensar una organización de los espacios centrales sobre bases diferentes.

Ahí hay un espíritu que es potenciar, ordenar, racionalizar, mejorar con una impronta de gestión, pero también con una impronta de proyección de potencia política a los proyectos en todo aquello que es la conducción política central, que naturalmente nunca puede volverse fin en sí mismo, sino que tiene que estar orientado y subordinado a las necesidades de la Universidad de la República (Udelar). 

El proyecto del Prorrectorado de Extensión es hijo de ese proyecto de reforma [Universidad en Movimiento], pero, al mismo tiempo, contribuye con sus líneas específicas, nutre positivamente esa reforma. Noto, muy positivamente, que en la Udelar hay un consenso importante en la necesidad de mantener esta línea de transformaciones, que están lejísimos de haberse culminado. Estamos recién en los primeros pasos de la implementación. 

¿Qué implicó el hecho de que se hayan formalizado los prorrectorados? ¿Qué potencialidades tiene este hecho en vínculo con la aprobación de la estructura del Prorrectorado de Extensión y Programas Integrales?

Pasamos de esquemas muy desorganizados, muy semi-regulados, no quiero exagerar demasiado, pero con formatos todavía muy indefinidos. Creo que todavía estamos en esa etapa de mucha incertidumbre organizativa a nivel central. Pasamos de eso a un esquema en donde los prorrectorados son estructuras organizativas para la gestión política. Esa es la ambición más grande, tener estructuras organizativas que te den potencia para poder diseñar, implementar y evaluar políticas.

Nosotros no somos ejecutores de política. Las políticas universitarias de integralidad, de extensión y de enseñanza se hacen en toda la Udelar. Arraiga en lo que cada uno hace como docente, estudiante y funcionario. Somos un órgano de diseño y promoción de políticas. Eso que siempre estuvo en el espíritu original del nacimiento de las comisiones sectoriales, hoy lo que se está intentando lograr es tener formatos organizativos mucho más ordenados, mucho más potentes.

En ese marco, en el documento se habla sobre la importancia de definir, clarificar los roles de las y los prorrectores y potenciar sus capacidades para «canalizar proponer y supervisar las líneas políticas de acción». Desde tu punto de vista, ¿cómo se pueden potenciar esas capacidades?

Ahí hay toda una discusión en torno al alcance de la figura de los prorrectores. Hay un enorme desafío de buscar esa mixtura entre la centralidad de un colegiado que cogobierna y al mismo tiempo el acompañamiento de una figura de gestión más bien de corte unipersonal, que debe movilizar agendas, articular necesidades, promover desarrollos académicos, evaluar y generar protocolos y normas que hagan el funcionamiento de ese espacio organizativo. Nosotros tenemos hoy en día esos instrumentos, hay que poder formalizarlos para que los propios prorrectores o prorrectoras puedan tener competencias más claramente definidas. 

Esto lo digo con un énfasis absoluto, el objetivo central es el fortalecimiento de la capacidad colegiada, colectiva y cogobernada de conducción, que es un déficit que nosotros encontramos. La Comisión Sectorial [de Extensión y Programas Integrales] muchas veces es un espacio más bien de administración, de validación de ciertas inercias y rutinas de las unidades académicas que dependen de ahí. No luce con la fuerza que debiera en términos de poder canalizar por allí un proyecto de política sectorial, más allá de lo declarativo.

La Comisión Sectorial de Extensión tiene una particularidad y es que la integran los órdenes, las áreas y tiene la participación con voz y voto del interior. Eso es una singularidad y una potencia. La política será mejor, más ambiciosa, siempre y cuando los órdenes, las áreas y el interior logren realmente canalizar agendas relevantes. Eso impacta centralmente en la dinámica de la vida universitaria.

Uno de los productores de cambio que se menciona en el informe es el nuevo Estatuto del Personal Docente, que define la extensión como una de las tres funciones sustantivas. Se plantea que desde su implementación comenzó a generar cambios y desplazamientos que tendrán grandes implicancias para el futuro inmediato de las prácticas extensionistas en la Udelar ¿A qué cambios y desplazamientos se refieren?

El Estatuto hace un aporte muy significativo, que es un reconocimiento expreso de que la extensión y la integralidad, pero sobre todo que la extensión es una función sustantiva. Es un espaldarazo muy importante a un modelo que está generando transformaciones silenciosas y cambios que todavía no estamos pudiendo evaluar, pero algunos indicios tenemos. Obviamente genera mucha demanda, incertidumbre e inquietud sobre cómo pueden los docentes y las docentes hacer una transición hacia ese modelo de integralidad e incorporar la extensión como parte de sus rutinas habituales.

Estamos muy lejos todavía de esos objetivos. A pesar de que la extensión y el discurso sobre la extensión tienen una importancia en la Udelar, está lejos de ser un modelo óptimo y generalizado. Existen algunos datos que indican que hay un porcentaje todavía muy mínimo de docentes que dicen practicar extensión. Dentro de ese porcentaje, la gran mayoría interpreta la extensión como actividades de vinculación con el medio con un alcance más bien inespecífico, pero no necesariamente involucrados en proyectos de extensión, en iniciativas más o menos organizadas, en proyectos integrales.

Hay un divorcio muy grande, una brecha todavía muy significativa en torno a los estándares que aspiramos para la extensión. El Estatuto nos da un espaldarazo y nos obliga a incorporar eso. Para hacerlo de una buena manera, el punto estratégico es que debe haber un espacio organizativo que fomente eso y que dé los instrumentos. Si no, la extensión seguirá siendo voluntarismo, actividades idiosincráticas que recorren ciertas tradiciones y ciertos lugares comunes de la Universidad, y no será en una política sectorial.

Estoy convencido que, a la altura de estos tiempos, a la altura de lo que es esta Universidad y a la altura de las demandas y de las exigencias sociales, la Udelar no tiene maduro todavía un modelo de extensión universitaria que le dé la potencia que necesita para tramitar su vida en el contexto contemporáneo. Lo que estamos haciendo con el Prorrectorado no es un fin en sí mismo, sino que es un paso instrumental para generar condiciones para poder proyectar esa política.

¿En qué consiste la nueva estructura? 

El documento propone que el nuevo Prorrectorado reconocerá la existencia de tres niveles organizativos: conducción política de la función sectorial; desarrollo, promoción y apoyo de la extensión y la integralidad; y ejecución de programas integrales (territoriales y temáticos). ¿Por qué se eligen estos niveles?

Reconocemos que en todo el debate del año pasado [2024] la definición de esos tres niveles ha generado cierta discrepancia, cierta perplejidad, porque nosotros hemos utilizado muchas veces un lenguaje que es más propio de las perspectivas organizacionales, más que la pretensión de introducir calificativos de alcance académico. Pero un poco nos reafirmamos en la idea de estos tres niveles.

Primero, porque el Prorrectorado necesita una estructura de conducción política fuerte. La Comisión Sectorial debe ser un espacio de discusión política, de diseño y de evaluación. Un poco con la idea que el Consejo Directivo Central (CDC) no puede concentrar todas las funciones y que debe delegar en esos espacios. 

Ese es un nivel que no puede confundirse con los otros. Los niveles no están separados, pero cada uno tiene que tener su propia especificidad. Lo que nosotros notamos, por lo menos en el campo de la extensión, es que esos niveles a veces estaban un poco confundidos, un poco difuminados, con poca claridad. Me pareció importante que el plano de la conducción política quedara claramente delimitado y que se trabajara en su fortalecimiento.

Luego viene el segundo nivel. El Prorrectorado de Extensión y Programas Integrales tiene que tener una unidad académica central importante, fortalecida. Hoy no tenemos una unidad académica a la altura de lo que se pretende. Una especie de cerebro encargado de tener redes temáticas amplias y estrategias metodológicas que involucren a la Udelar en su conjunto, [que se ocupe de] fortalecer los espacios de convocatorias concursables, que tenga un espacio de evaluación y de monitoreo y un espacio de formación.

En el diálogo con distintos espacios universitarios encontramos muchas demandas no satisfechas o ni siquiera reconocidas en torno a lo que centralmente se puede hacer para canalizar cosas. Temas que quedan por fuera del radar, mucha necesidad de formación que no queda contemplada, muchas rutinas de tramitación de espacios de extensión que no logran tener evaluación y monitoreo continuo. Mucha sensación de lejanía, de divorcio.

Ese espacio académico central tiene que refuncionalizarse y cumplir esa función estratégica, que no es ser una unidad de extensión que trabaja para sí misma, sino ser un espacio académico. Y subrayo esto, porque las funciones académicas son prioritarias y sustantivas más allá de la carga de gestión. Nosotros, como espacio central, no podemos trabajar dos temas, tres temas, y dentro de esos temas cosas muy específicas, porque eso lo tienen que hacer los servicios. Tenemos que poder tener una agenda de desarrollo programático que logre tener diálogo sustantivo con espacios interdisciplinarios que hoy existen en la Universidad para tener estrategia de extensión y fortalecer los procesos. 

[El segundo nivel] Es un espacio de fortalecimiento académico que responde al nivel político, pero que tiene que tener su propia autonomía. Reafirmamos la necesidad de tener una unidad académica central con cargos docentes de alta dedicación, de alta calificación, con obras que les permitan justamente reproducir la singularidad de su trabajo. 

Y el tercer nivel reconoce algo que en la Universidad de la República es muy importante: la identidad de los programas integrales, que son instrumentos de ejecución, de extensión y de integralidad en los territorios y en los temas. En esta primera instancia, quizá la parte más ambiciosa del proyecto es que la Universidad logre tener en el espacio del Prorrectorado esta idea de proyectos integrales. Nos parece que tiene que haber un espacio de coordinación académica con participación de todos los prorrectorados porque la integralidad no es extensión solamente. 

Tomamos en cuenta lo que ya existe, lo que no está funcionando bien y lo que pensamos que podría ser más virtuoso para dar un funcionamiento mucho más coordinado. No estamos desaprovechando nada de lo que existe, ni dejando de lado ninguna de las tradiciones, los acumulados y los capitales académicos que el Udelar tiene en materia de extensión e integralidad.

Dentro de lo que tiene que ver con el nivel de conducción política, se habla de los cambios que se proponen con respecto a la Comisión Sectorial de Extensión y Actividades en el Medio (CSEAM) -que pasó a llamarse Comisión Sectorial de Extensión y Programas Integrales-  ¿cuáles son los cambios más significativos en ese espacio?

Hay dos cosas importantes. Primero, un tema ríspido: sería deseable que en la Comisión Sectorial a nivel de la representación de los órdenes y las áreas no hubiera una doble representación de integrantes que están radicados en las unidades de extensión de los servicios. Porque las unidades de extensión también son parte interesada de la política sectorial, dependen de fondos que se transfieren a nivel central, a veces hay decisiones que tocan intereses específicos.

Después, ya tenemos un capital importante, en el sentido de que allí [en la Comisión Sectorial] está representado el interior con voz y con voto. Eso es un diferencial con respecto a las otras sectoriales. Creo que hay que ampliar la definición de la participación de otras instancias en la sectorial con voz y sin voto. Hoy en día tenemos al PIM y al APEX, hay que ver ese espacio y cómo los programas integrales quedan representados.

Considero que esta unidad académica central que estamos proponiendo, que se llama Departamento de Extensión y Programas Integrales, debe pasar a integrarse formalmente a la sectorial con voz y sin voto. Ahí hay que discutir ampliaciones de representación y mejorar cuestiones que tengan que ver con cierta incompatibilidad de intereses en los esquemas de representación.

¿Ahí también entraría la Red de Extensión?

Lo que pasa es que a nivel de representación de la sectorial es discutible porque las facultades o los servicios ya tienen su participación a través de las áreas. Por lo tanto, es un espacio que ya está consolidado. La red de extensión es un espacio informal que funciona con unidades de extensión de cada uno de los servicios.

Ahí ya nos estamos metiendo a nivel de las áreas y a nivel de los servicios que es algo que hay que poder pensar bien en una instancia posterior. El espacio de la extensión, lejos de cerrarse sobre sí mismo, debe poder ampliarse más allá de los espacios habituales. Eso me parece que es un poco el objetivo en el cual estamos ahora.

Sobre el Departamento de Extensión y Programas Integrales: se dice que sus líneas funcionales serán oportunamente discutidas y aprobadas por los órganos competentes del cogobierno, pero también se propone una lista de necesidades tentativas que estructuren el trabajo cotidiano, ¿creés que alguna de esas necesidades son más urgentes o relevantes?

Para mí hay tres [necesidades] urgentes y relevantes. La primera ya la mencioné, que es la necesidad de ampliación temática y programática. No podemos imaginar una política de extensión sin temas de infancia y adolescencia, sin temas de violencia, victimización y delito, sin cuestiones medioambientales, sin incorporar la cuestión del desarrollo de la ciencia y de la tecnología en procesos de aplicación de producción de conocimiento, sin un diálogo relevante con los asuntos de la salud mental. [También están] los desafíos que hay a nivel de todo el proceso del sistema productivo y todos los cambios que hay a nivel de trabajo, los desafíos que implican el desarrollo tecnológico con las inteligencias artificiales.

Hay listas de asuntos y de temas que no están en el radar a nivel central y que sí están en las demandas sociales y en los espacios académicos. Todas estas cuestiones que mencioné no es que la Universidad no las esté desarrollando, las está desarrollando, solo que nosotros no nos estamos integrando adecuadamente. Ahí hay una primera cuestión, ampliación de agenda y desarrollo temático.

La segunda cuestión: hay que hacer una discusión metodológica profunda sobre la extensión, que generalmente queda asociada a un cierto paradigma, a un cierto modelo, que no pretendemos desconocer, pero al que hay que dar un alcance, una proyección. La metodología de la extensión requiere de otras discusiones académicas.

Entre esas cuestiones metodológicas necesitamos espacios de evaluación continua de monitoreo y de producción de conocimientos sobre la extensión. Saber el impacto de lo que hacemos, cómo distribuimos los recursos, qué efecto tiene cada decisión que tomamos. Necesitamos construir un sistema de indicadores, no es sencillo construir indicadores de extensión. Ya sabemos que hay todo un sistema de indicadores de evaluación académica que ya de por sí es un desafío enorme, pero nosotros ahí vamos con un rezago monumental.

La tercera necesidad son espacios formativos y, sobre todo, espacios de investigación académica sobre la extensión. Puede ser una investigación más sustantiva o también investigaciones aplicadas en torno a prácticas, a modelos, a resultados. Hay un campo de desarrollo, sobre todo modelos formativos. Las grandes demandas que a nosotros nos vienen a nivel de las áreas y docentes es la falta de orientación conceptual y metodológica para que docentes y estudiantes realmente puedan llevar a cabo [tareas de extensión].

Eso no es sencillo de hacer y de organizar. Me parece que ahí nosotros tenemos una responsabilidad de construir algo que se pueda poner al servicio de la Universidad de la República. Esas tres tareas, como verás, son grandes, creo que deberían configurar la agenda de trabajo.

“Un avance enorme”

La segunda definición que se plantea, además de los niveles que hablábamos en el documento, es que las unidades que darán soporte a estas nuevas estructuras sean consideradas unidades académicas, tal como se definió en el Estatuto Personal Docente vigente: ¿Qué implica ese cambio?

En realidad es una reafirmación, más que una idea de transformación. Ahí hay una tensión interesante, porque uno podría imaginar espacios de conducción política o de gestión política, ¿cómo se combina esto con la existencia de unidades académicas? No es sencillo, porque estos son espacios de gestión, que requieren competencias y herramientas de gestión.

A veces, cuando uno piensa en unidades académicas, tal cual las define el Estatuto, son más bien pensadas para la ejecución de política universitaria en las facultades. Para sostener la formación, la investigación, la extensión, licenciaturas y posgrados. El desafío es que frente a esta disyuntiva de si serán unidades técnicas, profesionales o académicas, nosotros seguimos convencidos de que deben ser unidades académicas. Reafirmamos eso.

El gran desafío es ver un poco la especificidad, la transformación, porque acá nosotros no sostenemos licenciaturas, ni posgrados, ni doctorados, ni maestrías, ni programas de investigación disciplinar o interdisciplinar. Tampoco deberíamos prioritariamente o funcionalmente sostener ejecución de extensión directamente. 

Hay un desafío de construcción de una unidad académica que respete las funciones docentes. Creemos que las ideas que hemos planteado resuelven bastante bien eso, [que requiere] un proceso de transformación organizativa y de cultura institucional que tendremos que ir promoviendo en los próximos tiempos.

Otro punto sobre el que se habla es la necesidad de generar un organigrama. Ya se generó un cuadro que habla de secciones, ¿es necesario un organigrama más al detalle? 

Sí, un organigrama de las nuevas dependencias funcionales es algo que hay que construir. Hoy en día no lo tenemos porque para poder tener un organigrama hay que tener una estructura normativa que refleje esa nueva estructura organizativa. Hablamos mucho de los espacios académicos, pero también necesitamos espacios de gestión, de administración.

Además, no hay que olvidarse que el Prorrectorado está dentro de una unidad mayor, que es el proyecto Campus. Nuestros espacios de gestión técnica administrativa han sufrido transformaciones importantes porque ya hay áreas de desarrollo de gestión que son compartidas por todo el Campus. 

¿Hay algo más que te gustaría agregar?

El mensaje más importante es que, para nosotros y para la Universidad, la creación de estas estructuras es un avance enorme. Lo segundo relevante es que estos cambios se conozcan en la Universidad, que no se transformen en fines en sí mismos. No es que nosotros tengamos un Prorrectorado para el Prorrectorado, sino que son prorrectorados para la política universitaria. Ese es el desafío político, no hay duda.

Y en tercer lugar, estamos en los primeros pasos. En las gestiones donde hemos pasado de la discusión, del diseño, de la creación y de la aprobación, ahora tenemos un desafío de implementación. La Universidad está atravesando una situación política transicional, en donde es muy importante que estas transformaciones organizativas puedan preservarse y profundizarse. Tomarlas realmente en sus bases, que no queden discontinuadas, sino que tengan los pasos y las secuencias que realmente se requieren.

Propuesta para la creación del Prorrectorado de Extensión y Programas Integrales: Aquí

El prorrector de Extensión y Programas Integrales señaló que con los cambios de estructura se puede innovar en la forma llevar a cabo programas integrales

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