El prorrector de Extensión y Programas Integrales señaló que con los cambios de estructura se puede innovar en la forma llevar a cabo programas integrales

La nueva estructura del Prorrectorado plantea una Comisión Académica Permanente que supervisará y marcará los lineamientos estratégicos de los programas integrales, que contará con la participación de todos los prorrectorados. 

A partir de la aprobación de su nueva estructura, como dice su nombre, el Prorrectorado de Extensión y Programas Integrales pasó a incluir en su composición a los programas integrales de la Universidad de la República (Udelar). Además de los ya existentes, el Programa Integral Metropolitano (PIM) y APEX Cerro, se abre la posibilidad de generar nuevos y diferentes espacios. En el marco de estos cambios, el prorrector de Extensión y Programas Integrales, Rafael Paternain, explicó los motivos de la transformación de la estructura organizativa del Prorrectorado y sus ideas sobre cómo abordar la integralidad en la Universidad. 

¿Por qué se da este cambio de integrar los programas integrales al Prorrectorado?

Porque siempre estuvieron en esa órbita. Todo el proceso de reconocimiento de la curricularización de la extensión ha sido un cambio que se ha podido dar, fundamentalmente, por los cambios a nivel de la ordenanza de grado y las transformaciones curriculares que la Universidad de la República tuvo desde otros espacios.

Nosotros tenemos a nivel de la Comisión Sectorial de Investigación o a nivel de la investigación herramientas extensionistas muy fuertes y muy consolidadas.  Son instrumentos potentes, como los programas de sector productivo o el viejo artículo 2 de la Comisión Sectorial de Investigación Científica, que después se vincula con cuestiones de conocimiento y de ciudadanía.

También hemos hecho cosas o han ocurrido cosas de la extensión por fuera. Incluso te diría todo lo que es el mundo de la educación permanente que no depende de acá. La extensión universitaria a nivel europeo en el siglo XIX nació básicamente como un modelo de educación permanente.

Los programas integrales nacieron con una fuerte impronta extensionista. Algunos dentro de la órbita de extensión y otros por fuera, como el caso del APEX. Si no era acá, ¿dónde podrían estar? No es una cuestión de que esto es mío, sino de cómo podemos hacer justamente un link entre distintos espacios para que la integralidad pueda tener lugar. 

Pero también es verdad que la integralidad no se puede tramitar solo desde los programas integrales. Nos parece que es una novedad institucional que va a quedar alojada en este Prorrectorado, pero que es de naturaleza interseccional. Es un enorme desafío y una novedad mayor. Era la manera de reconocer la tradición y una línea de trabajo que, si no lo hacíamos así, podría quedar suelta. 

A mí me preocupa muchísimo esta cuestión de que los programas integrales sean una especie de islas autárquicas. Que funcionen solos y por sí y para sí. Que no tengan diálogo o que se encierren en ciertas referencias discursivas, en ciertas perspectivas extensionistas muy hegemonizantes. La Universidad tiene estos instrumentos que deben ser plurales, hay que reconocer incluso el nivel organizativo de cada uno, pero también dar espacio para que cosas nuevas aparezcan.

Hay otras maneras de hacer o de desarrollar programas integrales, otras alternativas,  incluso territoriales, tal vez un poco diferentes a como se han organizado el PIM y el APEX. Tenemos que dar espacio institucional para poder innovar en el alcance de la construcción institucional. No porque haya que sacar lo otro, sino que lo otro también puede reconvertirse luego en función de ciertas dinámicas. 

Hay cosas muy interesantes que nosotros queremos conservar, pero también queremos dejar un espacio de desarrollo institucional que le permita a la Universidad construir diálogos nuevos con las necesidades territoriales y temáticas.

¿Qué tipo de transformaciones conlleva ese desarrollo?

No lo podemos prever porque hay dos cosas. Primero, incorporar más programas territoriales. Sobre todo lo que estamos pensando a nivel de Casavalle. Y luego, en algún punto y en algún momento del tiempo, los programas integrales territoriales deben repensarse enteramente. En términos de sus perspectivas, de sus enfoques, de sus metodologías.

Para eso se necesita presupuesto. Ninguna de estas cosas puede funcionar con el nivel de debilidad presupuestal que tenemos. Pero también es verdad que la Universidad debe replantearse lo que hace en los territorios: ¿cómo lo hace?, ¿cuál es el impacto de lo que hace? La perspectiva de desarrollo no es solo pensar cosas nuevas, sino evaluar la estrategia de integralidad en los territorios.

Estoy incluso imaginando, más allá de los programas territoriales, algunos programas integrales temáticos, que pueden surgir en torno a la cuestión del sistema penitenciario, que es una demanda muy clara. [Otros] vinculados a los temas de memoria en sus distintas dimensiones, memorias sociales de distinto alcance, o vinculados a cuestiones medioambientales. [También está] la importancia que le hemos dado en la agenda central, desde el primer día, a los temas de las desigualdades étnico-raciales. La Universidad ahí tiene un compromiso con su declaración de Universidad antirracista.

No podemos prever ahora realmente el alcance de cómo va a ir desarrollándose. Lo que ahora queremos advertir a la discusión universitaria es que hemos creado este espacio de desarrollo institucional. Este espacio es muy estratégico. Hay que ponerle un poco de cabeza, de promoción, de pienso y de ayuda para que se desarrolle y la Universidad cumpla con esos objetivos.

¿Tienen alguna idea de por dónde podría ir la estructura de los programas integrales temáticos?

No me quiero adelantar a decir cosas más concretas porque sería imprudente. Sobre todo porque tenemos en el radar algunas ideas temáticas que pueden involucrar procesos o iniciativas académicas que están en curso. Creo que los programas integrales temáticos tienen que apoyarse en las capacidades académicas que actualmente existen. Ponerlas en perspectiva y en diálogo, potenciar algunas líneas de proyectos comunes y lograr alguna fuente de financiamiento. 

Creo que llegó el momento de que la Universidad repiense su proyección de extensión. Hemos tenido y hemos desarrollado un modelo que hay que seguir conservando, por supuesto, más de raigambre presencial, dialógica, contributiva y organizativa en aquellos espacios vulnerables. Pero hay que poder hacer cosas que tengan una base en la producción de conocimiento, que eso se construya en diálogos con actores, con política pública, pero que le den a la Universidad un diferencial.

Cuando hablamos de hacer extensión, de llevar a la Universidad a todos lados y de generar redes, relaciones, contribuciones, apoyos, etcétera, no podemos imaginar nada de eso por fuera de los cometidos de la producción del conocimiento, ni de cómo ese conocimiento impactaría y contribuiría a desencadenar procesos en distintos espacios. 

Por eso, tanto algunos programas territoriales nuevos como algunos programas integrales temáticos los visualizamos con una pata fuerte en producción de conocimiento. Y si me apurás, aunque todavía no puedo decir mucho, pero también en procesos de innovación, conocimiento, incidencia, transformación. Me parece que ahí hay unos nodos de trabajo todavía muy en germen. 

Eso no va en desmedro de ninguna manera del rol de la Universidad como un agente autónomo crítico de los procesos sociales. Pretender hacer una contraposición entre una extensión crítica y una extractivista es una vieja y falsa dicotomía que ha generado toda clase de equívocos y que, en buena medida, creo yo, explica las debilidades políticas que hoy tenemos.

Para cualquier universitario, la Universidad debe mantener su autonomía y su perspectiva crítica en cualquier proceso que se involucre. Eso puede implicar muchas cosas y la Universidad tiene un rol de responsabilidad, de contribución y de transformación social muy potente, que la extensión puede ayudar a ordenar, a pensar, a canalizar y posibilitar.

Nosotros tenemos que ponernos en un lugar un poco más modesto. Ambicioso por la proyección política, pero modesto en torno a nuestro punto de partida. Y muy reivindicativo del universitario porque, finalmente, nosotros nos relacionamos con la sociedad en base a lo que somos. Somos universitarios, no nos podemos relacionar desde otros lados que no sean eso porque si no estaríamos haciendo trampa a nuestro mandato institucional.

El “desafío mayor” es que en la política de integralidad participen “todos los prorrectorados” 

¿Existen avances en el programa integral de la Cuenca de Casavalle?

Muchísimos. Casavalle es un viejo proyecto, la Universidad tiene presencia allí desde toda la vida. Antes que nosotros asumiéramos ya había movimientos importantes para formalizar eso. Nosotros continuamos con esa línea de trabajo y tratamos de darle una proyección mayor. Siempre decimos, medio en broma, que elegimos el camino más largo. Tener un proyecto bastante más ambicioso, con una participación mucho más completa de servicios, en base a nuevas temáticas.

Tenemos el proyecto muy avanzado, queremos discutirlo, pero también sabemos que para que la Universidad pueda comprometerse como queremos que se comprometa, nos debería ir más o menos bien en el pedido presupuestal que hicimos. Por supuesto, la Universidad ya lo tiene, no es que estamos improvisando en torno a eso, pero creo que hay un desafío de construcción que nos tiene muy a la expectativa.

En el documento también se menciona la existencia de programas integrales en el Centro Universitario Regional (Cenur) Litoral Norte. ¿De qué se tratan esos programas?

Entre las novedades recientes de esos desarrollos un poco autárquicos o no tan autárquicos, es que hay una iniciativa a nivel de Cenur Litoral Norte. Para nosotros es interesante, desafiante. Tiene una construcción muy específica, muy propia de un Cenur. Me parece que es muy importante que los Cenur tengan esas propuestas.

Lo que de algún modo dejamos planteado es cómo debería dialogar la perspectiva de política central con esos desarrollos más autónomos. Todavía es un gran signo de interrogación y necesitamos construir esos lazos y puentes en términos de cómo lo central engancha con algunas iniciativas académicas. 

Necesitamos ver cuáles son los enlaces institucionales para que no ocurran dos cosas. Primero, para que no se violente la autonomía académica de los espacios de trabajo de la Universidad, y segundo, para que no haya desarrollos autárquicos por fuera de lo que la Universidad discute a nivel general. Siempre el balance entre una cosa y la otra es complejo, pero bueno, lo pusimos como un ejemplo de algo reciente que debemos pensar bien.

También se habla sobre la creación de una Comisión Académica Permanente que supervisará y marcará los lineamientos estratégicos de los programas integrales. ¿Cuándo o cómo puede empezar a funcionar la comisión?

Eso es parte de la implementación. Nosotros imaginamos que debe ser una comisión permanente, una Comisión Académica con presencia de los otros prorrectorados. Además de los integrantes, los responsables y los coordinadores de las unidades académicas de los programas que ya existen y que eventualmente se vayan a conformar. Ese es el desafío mayor: cómo la política de integralidad se diseña con participación académica de todos los prorrectorados.

¿Ya se conversó con alguno de los referentes de los prorrectorados existentes?

Sí, sí, sí. Entre los asuntos de preocupación compartida, nosotros acá estamos además en un entorno del proyecto Campus Luisi Janicki, que ha generado algunas dinámicas nuevas que son muy interesantes. Compartimos cosas y desafíos en común. 

Nosotros, a diferencia de los otros prorrectorados, estamos reconociendo la importancia y la necesidad de que los otros tengan una participación dentro de nuestra estructura a través de esta Comisión Académica. De todos los movimientos generales de política universitaria, posiblemente este sea el más exigente y el más desafiante.

Propuesta para la creación del Prorrectorado de Extensión y Programas Integrales: Aquí

Rafael Paternain: “la ambición más grande” es “tener estructuras organizativas que den potencia para poder diseñar, implementar y evaluar políticas”
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